Preguntas para responder. Libre albedrío, responsabilidad y sistema penal
Nada más estimulantemente morboso para las conversaciones ligeras de sobremesa que el caso de la mujer quemada viva en un cajero automático de Barcelona. Sin embargo el horror que se transmite de boca a boca es discreto y mesurado. La mujer, indigente y de mediana edad no despierta la misma empatía que si hubiesen asesinado mediante el doloroso método de abrasar su cuerpo a una chica adolescente, rubia o no, de Alcasser o Mijas, cuyas fotografías llenen hasta la saciedad todos los hogares a través del oráculo de pantalla rectangular. A diferencia de otros casos no ha habido ninguna manifestación espontánea de repulsa por parte de los vecinos del barrio.
Mientras almorzaba este mediodía comentábamos jocosos los detalles del caso. El abogado de la defensa argumenta que los muchachos pensaban que rociaban a la víctima con agua en lugar de disolvente -extraña agua con apestoso olor a disolvente. Por otra parte, en palabras del abogado, “habían tomado unos chupitos de absenta”, dando a entender que estaban tan mamados que no eran dueños de sus actos, y por tanto no son responsables del sádico asesinato.
Ni soy de la policía para poder extenderme en el caso, ni un psicólogo para analizar la mente de los asesinos, así que no continuaré por aquí. En el fondo lo menciono el horrible crimen como excusa para dar pie a una serie de especulaciones sobre temas mucho más genéricos pero que me interesan especialmente, reflexionando sobre preguntas de mucha enjundia que seguramente no seré capaz de responder más que superficialmente si tengo las ganas de perseverar, pero que en todo caso ahí quedarán para estimular el debate y la meditación.
¿Qué pena se merecen estos sádicos que se han divertido quemando viva a esa señora? ¿Y en general, qué pena sería adecuada para personas crueles que se divierten causando mal y que no es probable que se reformen? ¿Y los violadores? ¿Es adecuada la pena de muerte en algunos casos? ¿Es posible reinsertar a los criminales y delincuentes? ¿Está realmente nuestro sistema penal orientado a la reinserción, o lo de la reinserción no es más que un cuento infantil? Si no es así ¿Cuáles son las funciones del sistema penal? ¿Hasta que punto se cumplen sus fines? ¿Cuáles son las penas óptimas para cada delito y qué criterios nos permiten juzgar el punto óptimo?
A la hora de discutir sobre la pena que merece un criminal, cabe preguntarse hasta que punto una persona es dueña de sus actos o está influenciado su comportamiento por sus genes, su educación, su experiencia o la ingestión de estupefacientes. ¿Son responsables los niñatos asesinos mencionados del crimen si iban completamente mamados de absenta? ¿Es un psicópata patológico, tipo Hannibal Lecter responsable de sus actos o simplemente no puede evitar matar? ¿Acaso no somos todos esclavos inconscientes de las frustraciones de nuestra niñez? ¿Existe el libre albedrío? ¿Somos libres? ¿Somos algo más que un amasijo de neuronas en el que los impulsos electroquímicos calculan cada uno de nuestros próximos movimientos? Y si fuese así, ¿se nos puede responsabilizar penalmente de nuestros actos? ¿Es necesario algo más allá de la materia neuronal, un alma, para que exista el libre albedrío?
Ambiciosas las preguntas, ¿no? Así es. No tengo todavía en la cabeza una manera estructurada y coherente de responder a todas, pero la magia del invento de la escritura es que obliga a dar forma y estructura a los pensamientos informes. No sé cuanto perseveraré en esta especulación -tal vez me agote pronto ante la dificultad del tema-, pero si consigo encontrar tiempo y sacar de mí algo de empeño, la cosa dará para un puñado de anotaciones que tal vez merezcan el trabajo de haberlas perjeñado.