domingo, julio 17, 2005

Esto se pone serio

Los americanos están considerando muy seriamente poner sistemas de defensa anti-misil en los aviones comerciales. Israel ya lo ha hecho.

Ya veis, si queréis ser pilotos comerciales ya no basta con saber guiar un avión. Ahora habrá que aprender tácticas de guerra.

Harry Potter

El papa Ratzinger no ve con buenos ojos a Harry Potter “porque se trata de seducciones sutiles, que actúan sin que se note, distorsionando profundamente el cristianismo en el alma antes de que pueda crecer correctamente”, según una carta que escribió hace dos años en respuesta a una ensayista literaria, cuando todavía era cardenal y guardián de la fe.

No me voy a ensañar hablando de exceso de suspicacia con un género bastante inofensivo o de temor a la pluralidad de puntos de vista. Me ha llamado la atención la ironía de la viñeta y comparto la idea de que esta serie de libros, con el extraordinario éxito que está teniendo, es una estupenda puerta de entrada a la lectura para los chavales. Bienvenido sea este éxito comercial y enhorabuena para la Rowlings que ahora nada en oro. Se lo tiene bien merecido.

sábado, julio 16, 2005

Alianza de civilizaciones

A veces no hay más remedio que darle la razón a Rajoy. La “alianza de civilizaciones” de Zapatero es una soberana estupidez.

En realidad me resulta arriesgado juzgar el invento porque el propio Zapatero no explica en que consiste. O tal vez ni el mismo lo sabe. Más bien parece una cáscara vacía, con un nombre rimbombante, unos objetivos grandiosos y llenos de buenas intenciones, y ningún plan para alcanzar esos objetivos. En su favor se puede argumentar que podría ser una buenísima idea si la promoviese quien tiene los medios diplomáticos para convertirla en algo material y tangible: EEUU. No es el caso de Zapatero, que tiene más pájaros que ideas en la cabeza.

Mi suposición es que Zapatero esperaba conseguir un “éxito” diplomático, reuniendo al mayor número posible de países en unos cuantos encuentro de alto nivel, bien publicitados, para contraponer a la coalición guerrera de los EEUU con una alianza por la paz. Si es eso, le está saliendo mal, porque solo ha logrado la participación activa de Turquía y de Kofi Annan y unas cuantas palmadas en la espalda de unos pocos países irrelevantes. Al final Zapatero se está deshaciendo del marrón y transfiriéndoselo a la ONU.

La presentación en la ONU de esta semana ha sido tan vacía como siempre. Lo que presentan los publicistas del gobierno como un éxito diplomático, ha sido en realidad un completo fracaso. No ha servido ni como publicidad para Zapatero, porque la “alianza” ha sido poco menos que ignorada por el periodismo internacional.

El caso es que aunque hubiese tenido repercusión mediática no deja de ser una cáscara vacía. El editorial de El País sugiere, aunque sea para desmentirlo, lo evidente: Que es una idea ingenua y utópica que está condenada “a no tener demasiado impacto”. A los estadistas se les juzga por los resultados prácticos de sus acciones, no por los tantos de publicidad que se anotan.

La “alianza”, que no tiene más consistencia que el humo, está ahora en buenas manos entre los ineficientes burócratas de la ONU. Con el tiempo, como el humo, se irá difuminando en la nada. De momento ya nos cuesta un millón de euros.

Guerras del agua

Este país nuestro sería demasiado aburrido y europeo si no fuese por los ticks tercermundistas que aparecen de tanto en cuando. El último ha sido la guerra del agua entre Murcia y Castilla-La Mancha. El gobierno central como el tercero en discordia se lleva los palos, mientras que Rajoy por segunda vez se pone del lado de un territorio español frente a otro. La primera fue a favor de Salamanca, en contra de la reivindicación catalana de los papeles de la guerra civil y casualmente siempre se alinea del lado de la comunidad gobernada por el PP. Es genial lo que está haciendo el líder de la oposición por la fraternidad entre territorios y la cohesión nacional. ¡Chapeau!

Los agricultores toman el agua como un derecho imparable, que debe seguir creciendo y creciendo. Los regadíos se extienden y cada vez demandan más agua. Entre tanto, las fluctuaciones meteorológicas y los años de sequía son la excusa apropiada para quejarse y exigir nuevas infraestructuras hidráulicas.

El reparto del agua me recuerda a las cartillas de racionamiento de la posguerra, como si la agricultura fuese un medio de subsistencia que represente la diferencia entre la vida y la muerte. Pues no señor. La agricultura no es ya ningún medio de subsistencia que haya que proteger para que los campesinos no pasen penalidades. Es una industria como otra cualquiera, con explotaciones muy respetables en cuanto a tamaño. Crea pocos puestos de trabajo locales, y absorbe una mano de obra inmigrante y temporera. Y además está tan subvencionada que es una actividad gravosa para Europa y ruinosa para los países más desfavorecidos, que no pueden competir en igualdad de condiciones y ven inundados sus mercados con los productos europeos, baratos y subvencionados.

Por supuesto que el agua en los hogares, y los caudales ecológicos en los ríos tienen que estar garantizados. Pero el agua restante, para el que hay varios sectores que están interesados en su uso (la industria, el turismo). Es una materia prima más. ¿A alguien se le ocurriría que el petróleo fuese repartido gratuitamente con criterios políticos? ¿O que los californianos se manifestasen para pedir su parte del petróleo producido en el Golfo de Mexico? Con el agua ocurre lo mismo, lo racional sería utilizarla para las actividades más provechosas. Si los campos de golf generan más riqueza para Murcia que las lechugas, lo lógico sería que hubiese más campos de golf y menos regadíos. ¿Hay algún motivo por el que la agricultura sea sagrada en Europa?

En el siglo XXI ya no tiene sentido que casi la mitad del presupuesto de la Unión Europea sean subvenciones para los agricultores. En realidad no hacen más que distorsionarlo todo. A los contribuyentes seguramente les saldría más barato comprar los tomates en Marruecos y no tener que pagar rascarse el bolsillo para pagar a los agricultores via impuestos. Y desde luego no hay duda de que para los agricultores marroquíes sería una bendición poder cultivar en su país y no desarraigarse viniendo a Almería a trabajar como temporeros en unos invernaderos en los que nadie más está dispuesto a hacerlo.

Con las grandes infraestructuras hidráulicas, como el trasvase del Ebro, o las desaladoras pasa lo mismo. Los agricultores no se cansarán de pedir más agua mientras a ellos les salga casi gratis y los que se rasquen el bolsillo sean los contribuyentes. En el fondo es una subvención más, tan distorsionante como la PAC, solo que en vez de pagarse directamente en euros se paga en forma de agua barata. De nuevo los tomates nos salen carísimos.

¿Cómo distribuir entonces el agua? Ya está todo inventado en economía, y los precios de mercado es un método eficiente de distribuir un recurso escaso, como el agua o el petróleo. Los interesados en sacar partido del agua deben poder comprar agua libremente al precio que marque la disponibilidad y la demanda. Así, si los agricultores tienen que pagar el precio de desalación de agua, que ahora pagan los contribuyentes, cesarán en su demanda imparable de cada vez más agua.

Mientras en nuestro país tercermundista seguiremos con discursos demagógicos. El agua no es de nadie, ni de los aragoneses, ni de los valencianos, ni de los castellano-manchegos, ni de los murcianos. El agua, como el petróleo, debería ser un recurso a disposición de quién más partido vaya a sacar de él. Que pague por ello.

jueves, julio 14, 2005

Energías limpias

Nada es tan cierto como la muerte, mientras que los hallazgos científicos no siempre gozan de semejante nivel de certeza. Tristemente el calentamiento global no es una predicción científica absolutamente fiable y ha generado mucho debate, muchas veces motivado más por la política que por razones objetivas. Sin embargo, los que creen que el calentamiento es un peligro global al que debe ponerse remedio van ganando terreno y en la última cumbre del G-8 hasta George Bush admitió que hay un cambio climático debido al hombre y que hay que enfrentarse el problema, aunque luego no haga nada para remediarlo.

Hablando de calentamiento global, los problemas nunca vienen solos. Los combustibles fósiles no durarán eternamente. La producción de algunos como el petróleo y el gas empezará a declinar en los próximos años. El petróleo nos mete continuamente en problemas políticos y de terrorismo. Los vaivenes políticos en Oriente Medio producen crisis económicas y los EEUU envían tropas a luchas en guerras como la de Kuwait. Por otro lado el carbón es bastante contaminante.

Si no hay unanimidad en diagnosticar los problemas, menos todavía en identificar las soluciones.

Lo más fácil es señalar a energías renovables. Nada parece más limpio, barato y universal que el sol, el viento y el agua. Sin embargo también las energías renovables tienen sus pegas. El problema más gordo e insoluble para tener una economía basada exclusivamente en energías limpias es que se trata de un recurso errático y discontinuo. No podemos permitirnos quedarnos sin electricidad cuando se hace de noche y no hay sol, o cuando viene un frente nuboso, o cuando no sopla el viento, o cuando los embalses se han quedado sin agua.

Dinamarca es un caso ejemplar de país que ha apostado por la energía eólica. Tiene más de 4700 turbinas con una capacidad máxima de producción de 2300 MW, más de la mitad del pico de demanda de electricidad en el año 2002 que fue de 3700 MW. Sin embargo, aunque haya turbinas, no todos los días hay viento a la velocidad adecuada. De hecho durante más de 50 días la producción no alcanzó ni siquiera el 1%. Contando todo el año 2002, la electricidad que generaron las turbinas no llego más que al 17% de la que necesitó el país. Para el 83% restante, Dinamarca tuvo que utilizar fuentes de energía no tan limpias.

Aunque apostemos por energías renovables, no tenemos más remedio que tener un sistema paralelo no tan limpio pero fiable para poner en marcha cuando las fuentes limpias bajen su rendimiento, cosa que ocurre bastante a menudo. La mala noticia es que para el sistema paralelo solo hay dos alternativas: O bien centrales térmicas que contribuyen al efecto invernadero, o bien centrales nucleares. Hay que elegir y si queremos dejar de emitir gases de efecto invernadero, no hay modo humano de hacerlo sin centrales nucleares.

Por supuesto que la energía nuclear tiene unas cuantas pegas. Por orden de importancia, la proliferación de armas nucleares, los accidentes nucleares, los ataques terroristas y los residuos. Muchos de estos problemas no son tan fieros como los pintan, y bajo mi punto de vista puede ser un precio razonable a pagar a cambio de evitar el calentamiento global. Sin embargo voy a dejar para otro post, especialmente dedicado a la energía nuclear, la discusión de estos problemas. Mientras tanto dos buenos sitios para leer sobre esta fuente de energía son la Wikipedia y la World Nuclear Association. En lo que queda de post me limitaré a las energías renovables.

Una vez aclarado que no es posible funcionar con un 100% de energías limpias, admito que cuanto mayor sea la proporción de energía generada de modo renovable mejor que mejor. De todos modos no nos dejemos llevar por el quijotismo y seamos conscientes de las limitaciones de nuestras fuentes de energía predilectas: Escasez de recursos y coste.

Para empezar, cada país estará limitado por los recursos de que disponga, en forma de agua, viento, sol y suelo. Por ejemplo en España la generación de energía hidroeléctrica ha alcanzado un techo. La mayor parte de los buenos emplazamientos para embalses ya ha sido utilizada. También empiezan a poblarse en algunas comunidades autónomas los buenos emplazamientos de turbinas eólicas, y como en el caso de Dinamarca, no parece que lleguen a cubrir más que una fracción de las necesidades energéticas.

¿Cómo nos afectan las energías limpias al bolsillo? Un problema importante de algunas fuentes de energía es su alto coste. La energía eólica está subvencionada en España, y su coste actual de generación probablemente sea más del doble que las fuentes convencionales, o la energía nuclear, y eso sólo en los emplazamientos con mejor viento.

Lo que si tenemos hasta hartar es sol, pero los paneles solares que tienen un precio absolutamente prohibitivo para generación masiva de electricidad. El kWh generado con paneles solares sale diez veces más caro que otras fuentes. Aunque el coste de los paneles solares va decreciendo, se necesitarán varias décadas para que sean competitivos, si alguna vez lo son. Hay que tener en cuenta que la energía nuclear también va reduciendo sus costes con el tiempo.

Mucho más interesante, aunque todavía en fase experimental, es la energía térmica solar. Se basa en espejos, más baratos que los las células fotovoltaicas, que enfocan la luz solar hacia un fluido que alcanza altas temperaturas y se utiliza para la generación eléctrica. Un sistema prometedor para un país como España con muchos recursos de sol y suelo, aunque posiblemente habrá que esperar algunos años antes de que su coste sea competitivo frente a otros sistemas.

Por último, una fuente de energía que no he nombrado y que no tiene problemas de discontinuidad es la biomasa. El problema aquí también es de coste y de falta de recursos. No hay suelo suficiente para cultivar la masa vegetal necesaria para cubrir nuestras necesidades energéticas, y menos las futuras.

En conclusión, las energías renovables son un recurso discontinuo del que no te puedes fiar. Se necesita una capacidad de generación paralela para cuando fallan las renovables y para implementarla no queda más remedio que elegir entre los combustibles fósiles o el uranio. Además las energías renovables tienen sus limitaciones: Emplazamientos, costes y el hecho de que algunas tecnologías todavía estén en fase de desarrollo, limitan todavía su uso. Aunque se espera que en el futuro estas limitaciones vayan disminuyendo, nadie puede asegurar 100% que lleguen a ser competitivas o a cubrir una parte significativa de la demanda. Merece la pena ir apostando por ellas cada vez más, pero sin jugárnoslo a todo o nada.

lunes, julio 11, 2005

Las causas del terrorismo islámico

Tony Blair dice ahora que las causas del terrorismo “deben ser arrancadas de raíz”. No sé cuáles serán las raíces de los atentados de Madrid y Londres, pero sí se cuál es el fertilizante: la guerra de Iraq. No sería mala idea detener al trío de Las Azores y entregarselos al tribunal de la Haya por crímines contra la paz. a la guerrilla iraquí. No sólo pararía el terrorismo, sino que además sería un acto de justicia, con las víctimas de estos dos ataques y sobre todo con las víctimas inocentes en Iraq.

Hablando más seriamente, no podemos averiguar con seguridad lo que motiva a los terroristas mientras no sepamos lo que piensan. Públicamente sólo disponemos de sus comunicados, es decir de propaganda, para meternos en su sucia cabeza. En cualquier caso, sólo podemos hacer suposiciones. Y yo hago las mías.

Un argumento muy oído es que el 11-S ocurrió antes que la guerra de Iraq, por lo que esta guerra no puede ser la causa del terrorismo. Ya que nos ponemos en este plan, vamos a echar un vistazo más completo a la historia de Al Qaida para ver cuales son sus motivaciones.

Al Qaida (La Base, La Fundación en cristiano) nació como una organización de milicianos voluntarios (muyahidines) para resistir a la invasión soviética en Afganistán. Más tarde esta lucha se generalizó a otros frentes del “choque de civilizaciones” como Bosnia o Chechenia.

1998 fue un año de refundación para Al Qaida. Por un lado se fusionó con la yihad local del egipcio Ayman al-Zawahiri. Si hasta entonces se basaba en la lucha internacional contra el infiel, allí donde los ejércitos del infiel pisaba territorio islámico, ahora se añadía la lucha contra los corruptos y poco piadosos gobiernos locales. Para sellar la fusión, emitieron la fatwa “yihad contra judíos y cruzados”, en la que EEUU e Israel aparecían como los nuevos enemigos a atacar. Como estos huesos son bastante duros de roer, los objetivos señalados ya no son sólo militares, sino también civiles, más fáciles de atacar: “Ordenamos que matar a los americanos y a sus aliados – civiles y militares – sea un deber individual de cada musulman”.

Aunque la referencia a aliados es ambigua, los agravios de los que se queja la fatwa señalan inequívocamente a EEUU e Israel como los nuevos enemigos. Según el orden en el que van apareciendo, los agravios son los siguientes: Primero las bases militares americanas en la Península Arábiga y su utilización en la primera guerra contra Iraq, segundo el embargo contra los iraquíes posterior a la guerra y tercero el apoyo americano a Israel.

Aunque la fatwa sea otra forma de propaganda para reclutar muyahidines, explica perfectamente las razones del ataque del 11-S, mientras que no anuncia ningún resquemor contra España que presagie las bombas de Madrid. Es seguro que los jihadistas odian la civilización occidental, pero eso no quiere decir que ganen nada matando cristianos. Como dijo el propio Bin Laden en uno de sus últimos videos caseros, “nosotros no atacamos a Suecia”. Matan para que los ejércitos ocupantes se vayan de tierra islámica, así que se puede decir que lograron lo que buscaban con las bombas de Madrid.

Estoy convencido de que España, lo mismo que el Reino Unido, apareció en la lista de Al Qaida el día que nos unimos a la coalición ocupante en Iraq, o tal vez antes, cuanto Bush, Blair y su chico de los recados tocaban tambores de guerra en Las Azores. Sea cual sea el sustrato en el que germina el terrorismo islámico internacional, las causas inmediatas son meridianamente claras: Los ejércitos infieles que van a luchar a suelo islámico.

¿Quiere eso decir que no habrá más ataques terroristas islámicos contra España después de la retirada de Iraq? No necesariamente. Tenemos soldados en Afganistán, así que todavía estamos en su lista.

miércoles, julio 06, 2005

¿Pobreza cero?

En general somos un tanto pesimistas, por no decir cínicos, cuando nos preguntamos si en un no tan lejano futuro será posible que la pobreza en el mundo acabe de una vez y para siempre. Sin embargo sí que hay motivo justificado para el optimismo. Después de muchas décadas de ver aumentar la pobreza sin parar, por fin, en los últimos 25 años ha comenzado a disminuir, y lo que es mejor, las perspectivas para el futuro son todavía mejores.

El Banco Mundial, la institución que se encarga de gestionar la ayuda internacional, hace también estadísticas sobre la pobreza. Calcula que entre 1981 y 2001 la proporción de personas viviendo por debajo de 1 dólar al día, ha descendido del 33% al 18%. Y no solo en términos relativos, aunque la población mundial no ha parado de crecer, el número de pobres ha disminuido en unos 400 millones. Más que la población de los EEUU.

Lo malo es que la pobreza no ha bajado uniformemente por todo el mundo. Las buenas noticias han venido principalmente del Extremo Oriente y Sureste Asiático, sobresaliendo China por su tamaño. En la India, aunque la mejora no ha sido tan espectacular empieza a ir por el buen camino desde 1990. En cambio, en el África Subsahariana la pobreza va a peor, y eso que aquí es a donde va la mayor parte de la ayuda internacional.

No es ningún secreto, aunque los antiglobalizadores parecen olvidarlo, que las historias de éxito de los tigres asiáticos y de la India no se ha debido a la ayuda internacional, sino a los mercados abiertos a las exportaciones y a la inversión propia y exterior. La diferencia la ha marcado el relanzamiento de la globalización desde 1980.

Ni las ONGs, ni la ayuda internacional se pueden apuntar el éxito. Curiosamente han sido las grandes empresas "depredadoras" que hacen "dumping social" en los países pobres y los empresarios locales, los que han creado puestos de trabajo y pagado salarios, aunque sean míseros y con no muy buenas condiciones sociales para nuestros estándares, pero que han sido una bendición para muchos trabajadores que han logrado salir de la pobreza y cubrir sus necesidades.

Y lo mejor de todo es que el despegue de Asia parece ya imparable. Dentro de una o dos generaciones, la pobreza en la India y Extremo Oriente puede ser por fin historia.

En Latinoamérica son varios los países que han tomado el camino de la liberalización más o menos acentuada (Chile, Mexico, Brasil) y no parece que les esté yendo mal el experimento. Chile, el más decidido liberalizador, es el mayor éxito de momento. Nada impide que los demás países, incluso la turbulenta Bolivia, no puedan beneficiarse con las mismas recetas.

Incluso en África, algunos países como Ghana y Uganda están sacando partido de la globalización, aunque no sea el caso de la mayor parte del continente. Las recetas liberales no son la única solución, aunque tampoco parece que lo esté siendo la ayuda internacional alegremente gastada. Los problemas de África son múltiples y graves: malos gobiernos o incluso ausencia de verdadera autoridad, enfermedades tropicales, SIDA, deficiente alfabetización, falta de infraestructuras, lejanía del mar o de vías navegables para facilitar la exportación. Realmente la ayuda internacional hace mucha falta y, lo que es más importante, que esté bien dirigida.

La ayuda tiene dos caras. Puede ser un alivio de los estragos de la pobreza, aunque la experiencia, al menos hasta ahora, es que las carretadas de dinero han hecho poco por acabar con la pobreza en África. Parece que se nos da muy bien lo de regalar peces, pero somos unos mantas enseñando a pescar. Es más, la ayuda en grandes cantidades y mal dirigida puede ser perjudicial, haciendo al país dependiente del dinero internacional y fomentando la corrupción.

No será posible acabar con la pobreza en África sin buenos gobiernos y buenas leyes que mimen a los empresarios y la inversión, y sin mercados abiertos y libres que permitan sacar todo el provecho posible de la globalización, como ha ocurrido en Asia. La ayuda internacional es un caramelo que tienta a todos los gobiernos africanos, y con un poco de mano izquierda podría ser el mejor incentivo para fomentar la democratización y la liberalización. Si no hacen los deberes, se acaba la ayuda.

Por supuesto que nada de esto se les oyó a las celebridades multimillonarias Live 8, que bastante tienen con autopromocionarse una vez cada 20 años, y que todo el mundo vea lo guays y lo generosos son. Tampoco la campaña "Make poverty history" parece ser especialmente brillante. Ni la condonación de la deuda, ni el comercio "justo" que promocionan van a hacer gran cosa por acabar con la pobreza. El mejor comercio justo sería, sin ninguna duda, que los países ricos abran sus mercados y acaben con las cuotas y subvenciones que impide que los países desfavorecidos accedan a los mercados en igualdad de condiciones.

La pobreza y la desigualdad sigue siendo la principal lacra mundial, de la que no podemos sentirnos muy orgullosos. Pero por primera vez hay buenas noticias y mejores perspectivas para el futuro. La lección aprendida es que los países ricos por sí solos no pueden (podemos) acabar con la pobreza. Sin buenos gobiernos y un entorno que favorezca la inversión de las empresas no hay nada que hacer. La ayuda internacional será bienvenida, especialmente para que la educación, la salud y las infraestructuras no sean un obstáculo al desarrollo, pero es sobre todo la inversión, incluida la inversión extranjera de empresas del primer mundo, la única que puede crear riqueza y acabar con la pobreza.

Puede que estas conclusiones no sean del gusto de la izquierda idealista, pero la realidad es obstinada y sigue sus propios caminos, no los que a nosotros nos gustaría.