miércoles, marzo 22, 2006

Esperanza

Estoy gratamente sorprendido por el adjetivo permanente que ETA ha añadido a su alto el fuego. ¿Qué significa permanente para ETA? ¿Significa para siempre?

Si es así sería casi una rendición incondicional de ETA, pero me extraña. Podría ser también un proceso a la irlandesa, en la que el gobierno habría prometido de tapadillo ciertas contrapartidas políticas a la banda armada o a su brazo político, que luego se concretarían en una negociación entre partidos políticos, o entre las altas instituciones estatales y vascas.

Si tiene algún parecido con el proceso que siguió el IRA, me desconcierta pensar en qué contrapartidas han podido tentar a ETA a dejar las armas. ¿Tal vez el derecho de autodeterminación? Porque me cuesta creer que un nuevo Estatuto de Autonomía a la catalana le ponga a ETA como para dejar 38 años de lucha armada.

El tiempo nos irá dando respuestas…algún día, porque por la debida prudencia y discreción que se debe tener en estas ocasiones, el Gobierno no va a dar demasiadas pistas de qué es lo que tiene entre manos.

Por si la palabra permanente solo significa que es permanente mientras dura la tregua, es de esperar que el Gobierno empiece a hacer pronto algunos de los llamados gestos de buena voluntad: Acercamiento de presos a las cárceles del País Vasco, derogación de la Ley de Partidos, legalización de Batasuna y sobre todo implicar a la izquierda abertzale en una negociación que vaya para largo. No hay que olvidar que cuando más dure el alto el fuego, mayores son las probabilidades de que sea de verdad irreversible.

En la pasada tregua ETA volvió a las armas al cabo de un año, pero ahora las circunstancias son diferentes. Hay más esperanza, incluso entre la izquierda abertzale. Si las negociaciones se prolongan más de dos años y hay gestos de todas las partes ni siquiera sus bases entenderían que ETA anunciase una vuelta a la lucha armada.

ETA no merece ninguna contrapartida política, pero si la merecen los vascos. No hay que olvidar que más de la mitad de los vascos suelen votar a partidos nacionalistas en las elecciones autonómicas, y la otra mitad a partidos de ámbito nacional. Se ha abierto allí una brecha, una herida, entre las dos identidades o afiliaciones políticas, la española y la vasca, y hace tanta falta un acuerdo entre ambas partes como el aire para respirar.

Hace muchísima falta una negociación entre los Patxi López y los Ibarretxes, que lleve a un punto intermedio entre ambas posturas y sirva de marco para la convivencia armoniosa entre las dos orillas del País Vasco por muchos años. Tal vez ese punto intermedio incluya el derecho de autodeterminación, que no tiene porque ejercitarse, y si se ejercita eso no quiere decir que la mayoría de los vascos vaya a desear la independencia.

Si ETA deja la lucha armada, ya no hay excusas para que cualquier marco razonable y racional sea posible. Por supuesto que un marco del agrado de Ibarretxe no será del agrado de la mayoría de los españoles, pero ya va siendo hora de aceptar que España no es un ente homogéneo. El sentimiento de españolidad no es el mismo en el País Vasco que, pongamos, en Salamanca, y atar a todas las Comunidades Autónomas con la misma cuerda no va a ayudar a mantener la unidad de España a largo plazo. Es mucho más inteligente soltar cuerda en el País Vasco y Cataluña para prevenir que la cuerda se acabe rompiendo.

jueves, marzo 16, 2006

¿Cuándo despertarán del sueño?

Si hay que elegir y destacar el problema más importante que tiene Francia en este momento, sin duda es el paro. Tienen una tasa oficial del 9,6% (la española no es para tirar cohetes tampoco), que esconde además la realidad de los que han dejado de buscar trabajo y no figuran en las estadísticas, y que se ceba especialmente entre los jóvenes y, como no, en las subciudades del extrarradio. Sin el paro juvenil probablemente no se habría exacerbado la reciente revolución francesa de la quema de coches. Al fin y al cabo el trabajo es el mejor método de integración.

Con estos antecedentes parecería que los jóvenes franceses deberían ser los primeros interesados en que se tomen disposiciones determinadas y eficaces para luchar contra el paro, ¿no? Pues no es así, sino más bien al contrario. La juventud gala se ha lanzado a la calle para protestar contra unas medidas que tienen todas las probabilidades de ser las más necesarias y efectivas que se pueden tomar contra el desempleo.

Por supuesto que nada es gratis, y estas medidas tienen la contrapartida de una mayor facilidad por parte de los empresarios para el despido. Pero ¿qué es mejor? ¿Ser carne de paro, o trabajar con el inconveniente de un contrato de trabajo “no blindado”? Definitivamente no hay mayor precariedad laboral que estar en el paro. En este sentido la flexibilidad laboral es un mal menor.

No es una casualidad que los países que tienen menores tasas de paro, la mitad que la francesa o la española, son los que tienen un mercado laboral (y también otros mercados) flexible. No es casualidad, ni suerte. Es una elección. Los gobernantes que quieren domesticar la bestia del desempleo, saben que esta es su mejor arma. Los pueblos que quieran luchar de verdad contra el paro, deberían votar este tipo de políticas.

¿Y por qué esta ley se dirige sólo a los jóvenes y no a todos los trabajadores si la flexibilidad laboral es tan buena? La flexibilidad laboral le vendría bien a todo el mundo, al fin y al cabo los jóvenes no son los únicos que pueden tener problemas para entrar en el mercado laboral. Sin embargo el colectivo de jóvenes, en Francia y en España, son los que sufren con más virulencia la rigidez de los contratos y los que necesitan flexibilidad con más urgencia.

La situación de los que llegan al mercado laboral es especial. No sé como está la cosa en los institutos de FP, pero en la Universidad no te preparan bien para la vida laboral, entre otros motivos porque gran parte de esa preparación se coge a través de la práctica. Para una empresa supone un gran riesgo contratar a un recién destetado que no tiene experiencia, y que no tiene un currículo con el que se pueda ver que tal le ha ido en otros trabajos. Seguramente no va a ser tan productivo como otra persona con experiencia, pero lo peor es que puede resultar un holgazán o un incompetente. En estas condiciones, pagan justos por pecadores. Las empresas se los pensarán mucho antes de ofrecer puestos de trabajo y atarse de pies y manos con contratos que les pueden salir rana. El pato lo paga la gente válida, recién llegados al mercado laboral, que tendrían mucho que demostrar si se les diese la oportunidad con un contrato más flexible, pero que no lo pueden hacer porque el empresario tiene miedo de atarse a una rana que no se ha convertido en príncipe.

Nada de esto parece pasar por la cabeza de los jóvenes que han tomado estos días las calles de París. Viven despiertos un sueño en el que existe el mejor de los mundos. Un mundo de pleno empleo con contratos blindados en que el despido sea imposible. Un mundo en el que algún día llegará un gobierno maravilloso (o una ausencia maravillosa de gobierno si son anarquistas) que les traerá el mundo soñado de los trabajadores. Todo apunta a que tienen intención de seguir viviendo su sueño y luchar en las calles para que este no se desvanezca, pero es un pobre consuelo para el futuro, mientras ellos y las generaciones que vengan sigan sufriendo el lacerante mordisco del desempleo.