martes, octubre 25, 2005

¿A qué huelen las nubes?

No valoramos como se merece lo que poco o nada nos cuesta. Si sólo hubiese una o dos nubes en todo el planeta, viajaríamos miles de kilómetros detrás de su estela para poder contar más tarde que una vez las vimos, igual que cuando todas las gallinas se mueran de gripe pagaremos los huevos fritos con patatas a precio de angulas.

¿Quién no ha jugado alguna vez a encontrar parecidos razonables en una nube tipo borreguito? Cúmulos creo que las ha bautizado algún científico poco imaginativo. ¿Habéis volado alguna vez en avión a ras del mar de nubes, entrando y saliendo entre montañas de algodón? Dan ganas de tumbarse sobre la blanda superficie y dejar que una de ellas te lleve flotando por donde quiera, por encima de campos y ciudades. Mejor que mejor si es de esas tipo OVNI, aislada y extraña. Siempre han captado mi atención de un modo hipnótico.

Los tópicos atardeceres siguen siendo un valor seguro. El embobamiento estético está asegurado gracias al repertorio cromático que se despliega en el horizonte en los dos extremos del día. Nada que objetar. Pero si lo que buscáis es emociones fuertes, os recomiendo la fuerza de las nubes de tormenta en alta montaña, cuando el cielo se vuelve casi negro y amenaza con descargar su furia eléctrica.

A veces me visitan ideas peregrinas. Imagino que la nube que tengo encima se congela y cae a plomo. Al fin y al cabo sólo es una masa de varios millones de toneladas. ¿Será eso el cielo que cae sobre las cabezas que temían los vecinos de la aldea de Asterix? ¿O tal vez esto otro? No es que sea neurótico, pero no me tranquiliza nada que me digan que las nubes están formadas por gotas de agua y cristales de hielo que, como todo el mundo sabe, son más pesados (densos para ser más exactos) que el aire. He tenido que consultar la Wikipedia para encontrar un poco de alivio aprendiendo que aunque tiendan a caer gotas y cristales, normalmente se evaporan antes de abandonar la nube. Más que como almacén estático de agua, se manifiesta como un ser dinámico en el que las gotas caen y se evaporan en la parte cálida inferior, mientras el vapor vuelve a ascender hasta la parte alta y fría donde se condensa de nuevo. Eso si no decide que está demasiado llena y se divierte descargando su excedente. Las nubes son todo un mundo.

¿Y cómo son las nubes de otros mundos?

Marte sería un lugar apacible para disfrutar de un atardecer, aunque algo fresco. Las nubes son de agua como las de aquí, pero más finas y raras de ver. La sequía marciana es proverbial.

Venus es un caso exagerado de efecto invernadero desatado hasta el paroxismo. Su atmósfera es axfisiante, densa y ardiente, con nubes de ácido sulfúrico. La lluvia corrosiva de lo más desagradable. Los paraguas no duran mucho.

Si en la Tierra las nubes huelen a limpio según los estereotipos publicitarios de higiene femenina, en Júpiter y Saturno huelen intensamente a Don Limpio. Compuestas de amoniaco, las nubes de los planetas gigantes podrían ser el próximo reclamo de productos de limpieza. Acuérdense de que les di la idea, señores publicistas.

En la atmósfera baja es posible encontrar más vulgares acumulaciones de cristales de agua helada, pero tampoco los mundos gigantes son lugares gratos para relajarse y disfrutar del paisaje. Los rasgos de la superficie joviana son esbozados por grandes tormentas huracanadas de tamaño planetario, que parecen durar siglos, como la Gran Mancha Roja.

Las nubes de los dos gigantes azules, Urano y Neptuno, son de metano, es decir de gas natural. Es notoria la peste a escape de gas que impregna estos mundos azulados, pero te acabas acostumbrando. Tal vez pueda interesarle a La Caixa emprender una opa sobre la compañía de planetas exteriores o crear un holding energético interplanetario. Acuérdense, señores financieros, de que les di la idea.

No me imagino como sería vivir en otro planeta, pero pienso que no lograría habituarme a la monótona uniformidad de un cielo siempre raso. Afortunadamente las nubes no parecen ser una rareza improbable. Allí donde haya atmósfera es más que probable que algún gas coquetee con el estado líquido o sólido, acumulándose en masas flotantes de formas caprichosas capaces de ocultar el sol. Una maravilla que no me cansaré de contemplar.

3 Comments:

Blogger Unknown said...

Me ha encantado tu post Gulliver.

Divulgativo(desconocía el sistema dinámico que constituye una nube), con sentido del humor y profundo(tienes razón que a menudo parece que sólo valoramos lo escaso).

9:02 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Pero, Gulli, ¿qué tiene que ver esto con el Estatut? Eres un frívolo. ¿Cuáles son las claves secretas de tu post? ¿Qué has querido decir? Seguiré desentrañándolo.
Entre tanto, lo que se ve a simple vista te ha quedado muy bonito.

10:54 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Extraordinario Gulliver!

3:22 p. m.  

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