martes, octubre 04, 2005

El concepto de estado del bienestar sigue vivo y con buena salud. Su implementación no

Frente a la cantinela de que el estado del bienestar está en crisis, evitemos los topicazos. Sí, está en crisis el viejo estado del bienestar que desde la izquierda muchos están empeñados en conservar aunque sea momificado (como si fuese Lenin). Pero sigue muy vivo y necesario el concepto mismo de estado del bienestar como un marco de libertades positivas que fomenten de un modo efectivo la igualdad de oportunidades. El problema es que no es posible un estado del bienestar estático porque las circunstancias van cambiando: globalización, nuevas tecnologías, inmigración, envejecimiento de la población. Como toda especie viva tiene que evolucionar y adaptarse continuamente a los cambios.

Las libertades negativas que se promocionan fervientemente desde la derecha libertaria, son necesarias y magníficas, pero no son suficientes para compensar las diferencias que no dependen de uno mismo, como las discapacidades innatas, la familia o el grupo social en que uno nace, la discriminación contra tu grupo, o la pura mala suerte. Por eso, un marco político que proporcione libertades positivas, al que llamamos estado del bienestar en sentido amplio, siempre será indispensable para quien tenga una sensibilidad moral de izquierdas. Por lo demás las políticas que mejor lo implementan son cambiantes y no están grabadas en piedra. La izquierda debe de tener una mentalidad abierta hacia las políticas que sean más efectivas en un momento determinado para fomentar las libertades positivas.

Para adaptarnos a los cambios de nuestro entorno, no sólo debe evolucionar el núcleo de las políticas de bienestar (las prestaciones sociales), sino también el marco general de la política económica. El ejemplo más característico es los viejos estados del bienestar del Norte de Europa, como Suecia, Dinamarca u Holanda, que han liberalizado su economía como los que más, incluyendo el mercado de trabajo. Además están en camino de racionalizar las prestaciones sociales que puedan suponer un lastre para la economía y la sociedad. Pero eso no supone desmontar el estado del bienestar nórdico. De esos cambios resultará un estado del bienestar más sólido y sostenible, un estado del binestar que perdurará en el tiempo.

En el Reino Unido los laboristas han aprendido de Maggie la eficiencia y flexibilidad que proporciona el libre mercado, que no sólo aplican con entusiasmo sino que lo quieren exportar a la Unión Europea. Sin embargo no sólo no están recortando el estado del bienestar, sino que Gordon Brown lo está consolidando con nuevas prestaciones y más presupuesto.

Mientras, los dinosaurios europeos (Alemania, Italia, Francia y sí, también España) padecen de esclerosis, que no está relacionada precisamante con las prestaciones sociales. Sus achaques tienen más que ver con rigideces económicas que se manifiestan en altas tasas de paro y falta de flexibilidad para dinamizar la economía, coger al vuelo los cambios tecnológicos, salir de las recesiones y estancamientos o evitar caer en trampas inflacionistas de falta de competitividad. Tal vez los dinasaurios deberían aprender algo de los países pequeños de Europa. Éstos no han tenido más remedio que liberalizarse porque dependen mucho más del comercio exterior y no pueden permitirse el lujo de encerrarse en sí mismos y dejar de ser competitivos. Los dinosaurios se han creído que les basta con su mercado interno para tirar de su economía, pero poco a poco se van dando cuenta de que hay algo que no marcha. El euro no ha hecho sino amplificar los problemas de falta de flexibilidad, porque los dinosaurios ya no pueden contar con devaluar su moneda o con rebajar los tipos de interés para salir de un apuro.

Los partidos de izquierda de estos dinosaurios (y algunos de derecha como el de Chirac) pueden ver los síntomas de la enfermedad pero no son capaces de hacer un buen diagnóstico. Por instinto desconfían de los mercados y ponen su fe en la intervención gubernamental como solución de los problemas, cuando es precisamente la intervención en los mercados lo que está produciendo rigideces y falta de flexibilidad.

Alemanes, franceses o italianos pueden coincidir en que el principal problema es el paro, pero le echarán la culpa a los espantapájaros clásicos, como la deslocalización, las facilidades de despido o directamente a los empresarios, cuando los demonios son más internos y se relacionan precisamente con la falta de flexibilidad, especialmente en el mercado laboral. ¿No son capaces de ver como las empresas de Suecia o el Reino Unido son tan abiertas como las que más a las deslocalizaciones y sin embargo las tasas de desempleo se mentienen en niveles muy aceptables?

Esta izquierda jurásica no es capaz de examinar los hechos económicos que cualquiera puede comprobar en las páginas de economía de un periódico y sigue atada a los marcos conceptuales antiguos. Como decía Manuel Castells acerca de una teoría de George Lakoff (gracias Eugeni), “cuando la información que recibimos (los datos) no se conforman a los marcos inscritos en nuestro cerebro, nos quedamos con los marcos e ignoramos los hechos”. Justo lo que le pasa a una izquierda que no es capaz de pasar de las intuiciones económicas más simples o de unos marcos ideológicos prefabricados y examinar los hechos con un mínimo de sentido crítico. Aunque pueda resultar reconfortante para las neuronas izquierdistas, la culpa del paro no la tienen las deslocalizaciones ni las facilidades para rescindir contratos.

Dado que no hay mayor precariedad laboral que estar sin trabajo, la izquierda europea no debería mirar con tanto recelo a los contratos de trabajo flexibles que animan a las empresas a contratar más. España es el país con mayores cuotas de temporalidad de Europa, hecho que no deja de estar relacionado con el riesgo que tiene para las empresas unos contratos indefinidos con las indemnizaciones más altas de Europa. La izquierda europea debe desatarse de sus viejos marcos y ser receptivos a otros nuevos. El blindaje de los contratos produce paro y la seguridad económica del trabajador no tiene porque fomentarse poniendo obstáculos legales para las reducciones de plantilla, sino más bien con una economía dinámica en la que se pase poco tiempo en el paro entre un trabajo y el siguiente y unas prestaciones de desempleo generosas que hagan más cómodo el intervalo sin empleo.

Es importante no sólo mirar los hechos del presente sino tratar de hacer un análisis del futuro. El envejecimiento de la población va a traer retos nuevos que pueden ser más fáciles de resolver si se acometen con tiempo.

Este es el mayor reto de la izquierda europea. Si se deja llevar por las ideas preconcebidas y los viejos marcos, el estado del bienestar acabará siendo insostenible, se desmoronará solo y la derecha habrá ganado la partida. En cambio si es capaz de pisar el suelo, observar los hechos y hacer un diagnóstico correcto, la izquierda será capaz de construir un estado del bienestar sólido y sostenible, de acuerdo no sólo con sus loables expectativas, sino también con la dura realidad. No se puede construir un edificio sólo con sueños y deseos, hay que construirlo con conocimientos de arquitectura y del terreno sobre el que se asienta. La voluntad de los habitantes para arreglar goteras allí donde salgan no va a sostener por sí sólo el edificio.

Y sí, el estado del bienestar como concepto general, como política para fomentar libertades positivas, es posible y sostenible, pero los viejos planos no sirven. Es hora de dibujar unos nuevos planos para un edificio sólido. Y esa es tarea de la izquierda, porque la derecha por definición y vocación estará más interesada en desmontar el estado del bienestar que en hacerlo más sólido y fuerte.

7 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Dices: "Este es el mayor reto de la izquierda europea. Si se deja llevar por las ideas preconcebidas y los viejos marcos, el estado del bienestar acabará siendo insostenible, se desmoronará solo y la derecha habrá ganado la partida".

Bien, esta es la madre del cordero.

El problema, Gulliver, está en el equilibrio.

Porque yo, y no creo que se trate de un simple problema de percepción, o, si quieres, de situacionismo en planes y esquemas del "jurásico", entiendo que fenómenos como las deslocalizaciones o el despido express sean compatibles con un estado de bienestar.

Gulliver, es todo lo contrario de lo que dices. Sinceramente, no me vale que digas defender el bienestar y luego no seas partidarios del intervencionismo en el mercado. Eso es un oxímoron, un galimatías.

El Estado de Bienestar no se reduce a la intervención estatal -que no gubernamental, ya que no es coyuntural sino, por definición y esencia, estructural- en el ámbito de lo, llamésmole, "estrictamente público". Más bien, el Estado de Bienestar se funda y se sostiene en la regulación estatal de la economía. Y , dentro de esta, qué duda cabe, en los mercados, las empresas y los trabajadores.

Vamos, que no existe un Estado de Bienestar descafeinado. O interviene o no interviene. O existe o no existe.

Toda la cantinela de flexibilizaciones, de mimos al empresariado, de facilidades urbanísticas y de incentivos con la excusa de la creación de los puestos de trabajo (con independencia de la calidad y garantías de éstos) de "impactos de la globalización" de la tan traida y llevada competitividad... toda esa cantinela, Gulliver, sí es una victoria de la derecha.

Y me temo que, con este post, les haces el juego, aunque no te des cuenta.

Por eso, para mí, lo de Suecia, por ejemplo, ya no es estado de bienestar, ni lo de Alemania. Vamos, que es imposible que Schroder, si sigue en la cancillería, alardee de welfare state, con el programa de reformas que prevé.

Y, por supuesto, lo del laborismo en GB, ni de lejos. No critico que la fórmula de Brown genere riqueza. Sí lamento que se haga a costa de las ventajas sociales.

Por eso te hablaba, al principio, de equilibrio.

6:15 p. m.  
Blogger gulliver said...

Creo que deberíamos empezar por la cuestión semántica. ¿Qué es según tú un estado del bienestar? Porque si Suecia "ya no es" para ti estado de bienestar, apaga y vámonos. Si nos ponemos tan rigurosos, ¿hay algún Estado en Europa que se pueda llamar del bienestar?

Para mí Suecia sí lo es. Y no puedo evitar advertir que según el Informe de la ONU sobre Desarrollo Humano, Suecia es el sexto país con mejor índice de desarrollo humano, detrás de Noruega, Islandia, Australia, Luxemburgo y Canadá.

Es uno de los países más igualitarios del mundo, con buenas prestaciones de sanidad y educación, a pesar de tener una renta per cápita que no es nada del otro jueves (19% mayor que España). Y no es el único. Dinamarca y Holanda tienen también un buen equilibrio entre igualdad y prosperidad.

Cuando hablo de marcos desfasados me refiero a ideas preconcebidas que se repiten acríticamente de boca en boca pero que no tienen respaldo de los hechos. Para mí bienestar no es cualquier definición que un ideólogo se saque de la manga, por mucho que se haya repetido esa definición. Para mí bienestar es algo tangible, que tiene que ver con la igualdad, la prosperidad, la salud, la cultura, y a lo que uno puede intentar aproximarse por medio de las estadísticas. No acepto que por definición estado del bienestar equivalga a intervención del estado. Para mí estado del bienestar es cualquier política que proporcione bienestar a los ciudadanos. Y me remito a los hechos y las estadísticas para que no me vendan la moto.

Yendo a los hechos, encuentro que estos tres países, Suecia, Holanda y Dinamarca, son de los que mejor han encontrado un punto de equilibrio. Yendo a los hechos, encuentro que estos países han hecho reformas y se han volcado en la libre empresa y el libre mercado, combinándolos con unos altísimos impuestos y unas excelentes prestaciones sociales.

En fin, que yendo a los hechos y no a las ideas preconcebidas que se repiten como discursos de papagayos, encuentro que el estado del bienestar no sólo no es incompatible con el libre mercado sino todo lo contrario. Los países nórdicos han encontrado un camino de justicia social en la liberalización, mientras que los dinosaurios como Alemania, Francia, Italia o España que se resisten a la reforma, arrastran importantes problemas de desempleo.

7:06 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Te insisto en que yo no critico la generación de riqueza. Desde esta perspectiva, nada tengo que objetar a la apuesta por combinar liberalismo económico e intervencionismo social de países como Suecia.

Pero sí te repito que Suecia ha hecho renuncias también de sus seculares prestaciones sociales. De eso, y por la vía de los hechos, que no te quepan dudas.

Se plantea, pues, una doble interrogante: Por un lado, si nos preguntamos si Suecia es un país rico o más rico, por la vía de los hechos y de los datos empíricos, podríamos contestar sin objeciones que sí.

Pero, si nos preguntamos si esa riqueza ha venido acompañado de rebajas en la cobertura social, muy posiblemente la respuesta también sea afirmativa.

Ergo, ¿el incremento de riqueza ha conllevado mayor igualdad?

Mira, Suecia, como bien dices, ha asistido en los últimos años a un proceso de liberalización / privatización que, por mucho que nos repitan "otros papagayos" sí ha devenido en una rebaja de su coberetura social y en una reducción de la participación del Estado en materio social.

Por tanto, la vía de los hechos apunta a que un crecimiento económico no se ha correspondido con la mejora del bienestar social de la gente. Al revés.

Es así, Gulliver. El proceso de privatizaciones al que ha asistido Suecia, por mucha carga impositiva que tenga, ha venido acompañado de una laxitud de la presencia de lo público. Lo público y lo social -no sólo lo estatal- sí ha sido un tejido dañado. Ha sido el coste de la presencia de las empresas en ámbitos que tradicionalmente han pertenecido al Estado, como la salud o la educación.

No, Gulliver, la Suecia de hoy no es la de Olof Palme. Y no creo que la de Palme fuera una Suecia precisamente pobre.

Respecto a la "dimensión conceptual" del Estado de Bienestar, pues lamento decirte que stricto sensu, el Estado de Bienestar ha muerto. sencillamente, ha dejado de existir. Y también en Suecia.

No falla la implementación, falla la estructura en sí. Podemos hablar de lo que quieras: de flexibilización, de impuestos altos, de participación estatal controlada y definida en determinados sectores, de crecimiento empresarial, de aumento del PIB, de contratación temporal, de ayudas y subvenciones a empresas, podemos hablar de cientos y cientos de fórmulas combinativas a medio camino entre el estatismo y el liberalismo, pero no podemos seguir hablando de Estado del Bienestar.

Yo así lo pienso. Por lo que siento no estar de acuerdo con determinados "sacrificios" que planteas en tu post y que, según tú, son necesarios para el sostenimiento del Estado de Bienestar.

Finalmente, no me malinterpretes. No soy un dogmático leninista ni nada por el estilo; simplemente creo que lo que tu planteas: la mixtificación o la impeninable hibridez de los público y lo privado es una renuncia en toda regla, y ya puede disfrazarse con los dicursos que se quiera, desde el llamado capitalismo de rostro humano a la globalización social, pasando por el New Labour, etc.

Son meras justificaciones y concesiones al pensamiento único.

7:32 p. m.  
Blogger gulliver said...

El estado del bienestar ha muerto, viva el estado del bienestar.

Si el viejo EB, el que se corresponde con tu definición, "ha dejado de existir", el nuevo EB, que es el que se corresponde con la mía, está cogiendo fuerza. No ha sido una cuestión de pensamiento único, sino de poner los pies en el suelo. Los suecos se dieron cuenta de que su EB ya no funcionaba y que su economía se estaba yendo al garete. Las alternativas eran simples, o reformaban y consolidaban un nuevo EB, o el viejo EB se desmoronaba sólo. Dinamarca se está dando cuenta también de que su EB no se sostiene como está ahora y que las alternativas son reformar o sufrir.

No sé nada de pensamiento único, pero si de pensamientos simplificados.
La derecha libertaria (que se autodenomina liberal) repite hasta la saciedad como un mantra que lo público es un despilfarro y que todo lo privado es guay. Mientras la izquierda proteccionista sigue obsesionada con el viejo mantra de que sólo lo público proporciona bienestar, y que lo privado no puede formar parte del estado del bienestar.

Pues no señor. No hay verdades simples como dogmas papales. La realidad es compleja y no se amolda a esquemas simples. Los hechos empíricos son los que nos pueden ayudar a decidir donde está el punto de equilibrio, y no las viejas ideologías.

El mejor punto de bienestar no se puede conseguir ni con exclusividad de lo público, ni con exclusividad de lo privado. La realidad es compleja y unas veces lo privado es más eficiente, y otras lo público es mejor para llegar a todos. La observación empírica de la realidad es absolutamente necesaria para averiguar cuando es mejor uno u otro o son equivalentes, porque las ideologías no hacen más que confundir.

A mí me interesa el bienestar, no como renta per cápita, sino bienestar en el mejor de los sentidos, como capacidades repartidas por toda la población. Y no me creo que lo público o lo privado se basten por sí solos para optimizar el bienestar. El punto óptimo está en algún lugar intermedio que participa de los dos sectores.

Por cierto, este punto óptimo no es estático sino que cambia con las condiciones dle entorno. Suecia y Dinamarca se han dado cuenta de que el punto de equilibrio había cambiado y de que las reformas (la evolución) eran necesarias para volver a situarse en un punto óptimo.

Ellos tienen la inteligencia de darse cuenta de que el bienestar no es estático, y de que hay que evolucionar para seguir disfrutando del bienestar. Renovarse o morir.

8:06 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Lo peor de todo, Gulliver, es que se ha abierto la brecha. ¿Es una trampa? Puede ser.

Fíjate, ayer recibía ya la respuesta del Defensor del Pueblo, el Sr. Mújica, a mi demanda contra la traza de las comunicaciones, esa campaña contra el RD del Gobierno que han puesto en marcha los amigos de ciberpuk y a la que yo y otros colegas –creo que tú también- nos hemos sumado.

No, no me estoy yendo a este tema. Si reflejo esto es para resaltarte que no sabemos donde está el final de la cosa.

Has comentado anteriormente que ha nacido un nuevo EB, mientras yo reniego de que lo que planteas en tu post pueda considerarse verdaderamente un EB. Nuestras opiniones se confrontan, son diferentes, pero no por ello divergentes o antitéticas.

En cualquier caso, sí me he dado cuenta de que lo que realmente estamos debatiendo no es el “alcance” de esas reformas, sino el punto de partida, la palanca de esas reformas.

Por ello, no puedo dejar de expresarte –y de insistirte, los siento– mis temores sobre la trascendencia de las reformas.

¿Alguien puede predecir en qué terminarán todas estas “reformas necesarias” que marcan la “modernidad” de un país sobre la base de una intervención estatal/pública/social flexible que se complementa con el carácter privativo/libre/tb. Flexible en aras de la generación de riqueza y –se supone- mayor bienestar?

¿Dónde está el límite de esas reformas? ¿hasta dónde llegarán las cesiones? ¿cuánto tendremos que descafeinar el café?

Y volvamos al control de las comunicaciones ¿dónde está el límite de esas reformas que nos prometen en aras de mejorar nuestra seguridad y que, según sus promotores, son “absolutamente necesarias?

11:56 a. m.  
Blogger gulliver said...

"¿Dónde está el límite de esas reformas?"

No creo que haya un límite prefijado, ni que haya que ser radical y reformarlo todo de arriba a abajo. El mundo está en evolución contínua y acelerada, así que me temo que SIEMPRE habrá que hacer reformas para adaptarse a los nuevos tiempos. Lo que uno no puede permitirse en ningún caso es la estrategia conservadora: quedarse parado.

Los límites nos los tenemos que poner nosotros mismos, los votantes. Creo que en eso estaremos de acuerdo.

Bajo mi punto de vista, los tiempos han cambiado y las viejas ideologías no se adaptan a la realidad. El futuro inmediato parece apuntar a una síntesis entre lo privado y lo público que recoja lo mejor de los dos: la eficiencia y la solidaridad. El problema con la vieja ideología intervencionista es que se ha quedado anclada en un punto que ya no es el óptimo y tiene reacciones conservadores. Se resiste al cambio por pura inercia, no por responder a las necesidades del momento.

2:53 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Yo estoy totalmente de acuerdo con Gulliver, me parece un post buenísimo. Enhorabuena! Un saludo!!!

11:50 p. m.  

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