Suecia...
¡Quién lo iba a decir! El modelo sueco funciona
Por Paul Krugman
Octubre de 1999
Hasta hace poco, cuando la gente me preguntaba qué tipo de sociedad me gustaría ver, tenía una respuesta preparada: “Suecia en el verano de 1980”. ¿Por qué Suecia? Porque soy un liberal incorregible, y Suecia ha sido tradicionalmente el ejemplo de lo que solía llamarse “camino intermedio”, una economía de mercado con los bordes suavizados por un generosos programas del gobierno. ¿Por qué en verano? Porque Estocolmo, posiblemente la ciudad más bella del mundo en un día soleado de Junio, tiene días muy cortos y oscuros en invierno. ¿Y por qué 1980? Porque a principios de los 90, el modelo sueco estaba fracasando. La que había sido sociedad modelo, había contraído euroesclerosis, con crecimiento flojo y una tasa de desempleo de más del 8%. Y el estado del bienestar sueco parecía ir camino de la bancarrota: En 1993 el déficit público alcanzó un absurdo 12% del PIB.
El colapso del modelo sueco llenó de alegría a los conservadores. Como declaraba gozosamente un informe del Insituto Cato de 1991, “Suecia parecía presentar un reto intelectual para los que argumentaban que altos tipos impositivos y una intervención extensiva del estado obstaculizaría el crecimiento económico... Pocos considerarían ahora el sistema sueco como digno de ser emulado”.
¿Pero ya le han echado una mirada a Suecia ultimamente? En una reciente visita a Estocolmo, me quedé pasmado como siempre por la belleza de la ciudad, pero también sorprendido por el inconfundible zumbido de la prosperidad. Las estadísticas confirmaron las primeras impresiones: Desde 1993 la economía había crecido vigorosamente; la mayor parte de las predicciones pronostican un crecimiento de casi el 4% para este año (1999). El desempleo ha caído sin parar, y muchos predicen que caerá por debajo del 5% el año que viene, una hazaña tanto más impresionante dada la muy alta tasa de población ocupada (en Suecia, como en EEUU, están empleados alrededor de tres cuartos de la población en edad de trabajar, comparados con dos tercios en la Europa continental). Y las cuentas públicas tienen superávit.
¿Cómo han logrado los suecos darle la vuelta a la situación? ¿Han Reaganizado la economía, adoptando un estilo de régimen americano de bajos impuestos y mercados en los que el ganador se lo lleva todo? En una palabra, nej. Bueno, Suecia ha reducido un poco su estado del bienestar y eliminado algunos de los más locos desincentivos del sistema de impuestos (supuestamente solía haber casos en los que los tipos marginales excedían realmente del 100%). Pero el año pasado Suecia recaudó un impresionante 63% del PIB en impuestos. El estado del bienestar sueco sigue siendo extremadamente generoso, su red de seguridad extraordinariamente por encima del suelo. Si creyeses a la gente que piensa que la comparativamente trivial presión fiscal americana, ¡un simple 34% del PIB!, es una carga opresiva para la economía, esperarías que la economía sueca se contrayese en lugar de estar en auge. (Para otro caso de giro inesperado, ver “La suerte de los irlandeses”).
Ni siquiera los suecos mismos están enteramente seguros de qué es lo que han hecho bien. Pero una buena suposición es que la fórmula de la “nueva economía” sueca es similar a la americana: una cultura receptiva a la moderna tecnología de la información con una política monetaria que ha permitido que la economía se aprovechase de un mayor potencial de crecimiento.
Empezando con la tecnología, nadie está seguro de por qué los escandinavos y la tecnología digital van juntos como los arenques y las patatas cocidas, pero la afinidad es innegable. Los americanos piensan que la Red les pertenece; pero según la mayoría de las varas de medir, Finlandia (no técnicamente escandinavia pero bastante parecido), el hogar de Linux y de Nokia, es la nación mejor conectada a la Red, y Noruega y Suecia le siguen de cerca. Algunos dicen que es la combinación de una población altamente educada y anglófona con bajas tarifas telefónicas; otros, que no tienen otra cosa que hacer durante los largos y oscuros inviernos.
Pero mayor productividad no es suficiente: También tiene que haber demanda suficiente para hacer uso del mayor potencial económico. Y aquí es donde los suecos han tenido un mayor golpe de suerte. En los oscuros días de 1992, los altos funcionarios suecos pensaban que para restaurar la prospreridad tenían que formar parte del impulso europeo hacia una moneda única. A pesar de que Suecia no era un miembro formal del Sistema Monetario Europeo, se comportaba como si lo fuese, fijando la corona al marco alemán incluso con desempleo creciente. Después de todo, cualquier devaluación sería un desastre, llevando a una espiral de inflación, ¿no? Entonces, a resultas de la devaluación británica de Septiembre de 1992, los especuladores atacaron, forzando eventualmente a Suecia a aceptar una devaluación propia, justo lo que necesitaba la economía.
Por supesto, el futuro de Suecia no está para nada garantizado. Respondiendo tanto a la globalización como a la alta presión fiscal, algunas compañías suecas han movido su sede al extranjero (Ericsson, por ejemplo, ahora tiene su oficina central en Londres). Pero la historia sueca debería demostrar que las sociedades agradables algunas veces son las que ganan la carrera.
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