Una hoja de ruta creíble
Zapatero nos ha metido en un proceso negociado de terminación del terrorismo, dejándonos a los españolitos a ciegas. No se puede decir que la reciente resolución del congreso sobre Lucha contra el Terrorismo, sea una verdadera hoja de ruta, sino más bien un conjunto de principios bienintencionados, que siguen de cerca lo marcado por el Pacto de Ajuria Enea. La resolución es lo suficientemente ambigua para que se le pueda dar una interpretación libre desde lo inexorable hasta lo derrotista, al gusto del gobierno de turno.
Quien eche una mirada al complejo proceso norirlandés, podrá apreciar que la resolución aprobada es demasiado simple, y que se necesita una hoja de ruta mucho más rica para guiarse en el laberinto que supone un proceso de paz en un contencioso en el que se mezclan el terrorismo con un panorama político turbulento y belicoso.
Voces del PSOE o cercanas a él (Kepa Aulestia, Joseba Arregi), nos están vendiendo que no habrá precio político a pagar a cambio de la paz y que lo único a lo que pueden aspirar los terroristas es a unos beneficios penitenciarios, especialmente para aquellos presos sin delitos de sangre. Una de dos, o son unos ingenuos, o nos están vendiendo la moto, porque no hace falta ser un experto en terrorismo para saber que ETA no está todavía madura para abandonar la lucha armada a cambio de caramelos. Necesitan algo más tangible para enseñar a sus camaradas abertzales con la cabeza alta y hacerse la ilusión de que su lucha ha merecido la pena.
El único modo de convencer a ETA que deje de matar en una negociación directa es pagarles un alto precio. Nominalmente un referéndum de independencia o la posibilidad legal del mismo. Un referéndum de secesión no tiene porque ser inadmisible en una sociedad democrática, como ha ocurrido en Canadá, aunque si que es bastante fuerte para una sociedad fuertemente nacionalista como la española. Sería además doblemente inaceptable por ser una cesión al chantaje de una organización terrorista.
No queremos ni pagar un alto precio, ni que los terroristas se vayan a su casa sabiendo que han obtenido lo que buscaban con tanto asesinato. Pero no nos quedemos aquí, el laberinto vasco es más complicado que una simple lucha entre los terroristas y el estado de derecho.
Nos guste o no, el problema terrorista se mezcla de muchos modos con un cierto contencioso político, o con varios. Los partidos nacionalistas ya no están contentos con el Estatuto de Autonomía y quieren más autogobierno. No se puede decir que sea una postura minoritaria, porque el PNV es siempre el partido más votado en las elecciones autonómicas y los partidos nacionalistas en conjunto sacan mayoría de votos en estas mismas elecciones. Atendiendo al último euskobarómetro, podemos decir que la sociedad vasca está dividida a partes iguales entre independentistas, federalistas y autonomistas. Sea lo que sea lo que signifique ser federalista, parece claro que el centro de gravedad de los ciudadanos vascos no se encuentra en el actual Estatuto de Autonomía sino en mayores cuotas de autogobierno. Incluso el PSE está nominalmente de acuerdo con modificar el Estatuto y aumentar el autogobierno.
Independientemente del problema terrorista, es urgente para lograr estabilidad política un nuevo marco, unas nuevas reglas de juego en el que puedan estar de acuerdo la mayoría de los vascos. Esta legislatura debería abrir una negociación a la catalana, para lograr un consenso que traiga estabilidad por muchos años y se deje de cuestionar el margo legal. El resultado podría estar dentro o más allá de la actual Constitución, pero el gobierno de Zapatero debería comprometerse a tomar muy en serio el nuevo proyecto de Estatuto si este obtiene, pongamos, un 60% de apoyos en el Parlamento Vasco. El proceso terminaría con negociación con el Estado y posterior referéndum en el País Vasco.
Un nuevo Estatuto debe negociarse con tregua o sin tregua, con Batasuna o sin Batasuna, pero no separada del todo de un posible fin del terrorismo. El proceso de negociación de un nuevo marco sería terriblemente tentador para Batasuna, y pagarían un alto precio político si se quedasen fuera, pero su entrada en la mesa de negociación no debe ser gratuita. Se debe exigir a ETA una tregua indefinida para poder incluir a Batasuna en la mesa de negociación política. No sería admisible que Batasuna fuese a la negociación con una pistola sobre la mesa. Por lo menos que guarden la pistola en el armario de casa. Por otro lado una tregua indefinida es la mínima garantía que puede dar ETA para mostrar va en serio y de que no van a la negociación solo para ver que pasa.
Sólo después de una negociación política entre partidos, en la que se implicase Batasuna, y una vez se halla acordado un nuevo marco politico, estaría ETA lo suficientemente madura como para negociar el abandono definitivo de la lucha armada.
Así es como veo la hoja de ruta de un proceso de paz realista. Es mucho más complejo que la simple resolución aprobada por el congreso, pero es que la paz no es simple, como nos lo muestra el proceso norirlandés. El equilibrio entre ofrecer algo a los terroristas para que se avengan a desarmarse, y no ceder de una manera clara al chantaje es muy fino, pero hay caminos posibles en un contencioso complejo como son tanto el norirlandés como el vasco. Hay que combinar principios democráticos, con imaginación, tolerancia y apertura mental a las sensibilidades de “los otros”. En cualquier caso hay que hilar muy fino.
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