miércoles, julio 06, 2005

¿Pobreza cero?

En general somos un tanto pesimistas, por no decir cínicos, cuando nos preguntamos si en un no tan lejano futuro será posible que la pobreza en el mundo acabe de una vez y para siempre. Sin embargo sí que hay motivo justificado para el optimismo. Después de muchas décadas de ver aumentar la pobreza sin parar, por fin, en los últimos 25 años ha comenzado a disminuir, y lo que es mejor, las perspectivas para el futuro son todavía mejores.

El Banco Mundial, la institución que se encarga de gestionar la ayuda internacional, hace también estadísticas sobre la pobreza. Calcula que entre 1981 y 2001 la proporción de personas viviendo por debajo de 1 dólar al día, ha descendido del 33% al 18%. Y no solo en términos relativos, aunque la población mundial no ha parado de crecer, el número de pobres ha disminuido en unos 400 millones. Más que la población de los EEUU.

Lo malo es que la pobreza no ha bajado uniformemente por todo el mundo. Las buenas noticias han venido principalmente del Extremo Oriente y Sureste Asiático, sobresaliendo China por su tamaño. En la India, aunque la mejora no ha sido tan espectacular empieza a ir por el buen camino desde 1990. En cambio, en el África Subsahariana la pobreza va a peor, y eso que aquí es a donde va la mayor parte de la ayuda internacional.

No es ningún secreto, aunque los antiglobalizadores parecen olvidarlo, que las historias de éxito de los tigres asiáticos y de la India no se ha debido a la ayuda internacional, sino a los mercados abiertos a las exportaciones y a la inversión propia y exterior. La diferencia la ha marcado el relanzamiento de la globalización desde 1980.

Ni las ONGs, ni la ayuda internacional se pueden apuntar el éxito. Curiosamente han sido las grandes empresas "depredadoras" que hacen "dumping social" en los países pobres y los empresarios locales, los que han creado puestos de trabajo y pagado salarios, aunque sean míseros y con no muy buenas condiciones sociales para nuestros estándares, pero que han sido una bendición para muchos trabajadores que han logrado salir de la pobreza y cubrir sus necesidades.

Y lo mejor de todo es que el despegue de Asia parece ya imparable. Dentro de una o dos generaciones, la pobreza en la India y Extremo Oriente puede ser por fin historia.

En Latinoamérica son varios los países que han tomado el camino de la liberalización más o menos acentuada (Chile, Mexico, Brasil) y no parece que les esté yendo mal el experimento. Chile, el más decidido liberalizador, es el mayor éxito de momento. Nada impide que los demás países, incluso la turbulenta Bolivia, no puedan beneficiarse con las mismas recetas.

Incluso en África, algunos países como Ghana y Uganda están sacando partido de la globalización, aunque no sea el caso de la mayor parte del continente. Las recetas liberales no son la única solución, aunque tampoco parece que lo esté siendo la ayuda internacional alegremente gastada. Los problemas de África son múltiples y graves: malos gobiernos o incluso ausencia de verdadera autoridad, enfermedades tropicales, SIDA, deficiente alfabetización, falta de infraestructuras, lejanía del mar o de vías navegables para facilitar la exportación. Realmente la ayuda internacional hace mucha falta y, lo que es más importante, que esté bien dirigida.

La ayuda tiene dos caras. Puede ser un alivio de los estragos de la pobreza, aunque la experiencia, al menos hasta ahora, es que las carretadas de dinero han hecho poco por acabar con la pobreza en África. Parece que se nos da muy bien lo de regalar peces, pero somos unos mantas enseñando a pescar. Es más, la ayuda en grandes cantidades y mal dirigida puede ser perjudicial, haciendo al país dependiente del dinero internacional y fomentando la corrupción.

No será posible acabar con la pobreza en África sin buenos gobiernos y buenas leyes que mimen a los empresarios y la inversión, y sin mercados abiertos y libres que permitan sacar todo el provecho posible de la globalización, como ha ocurrido en Asia. La ayuda internacional es un caramelo que tienta a todos los gobiernos africanos, y con un poco de mano izquierda podría ser el mejor incentivo para fomentar la democratización y la liberalización. Si no hacen los deberes, se acaba la ayuda.

Por supuesto que nada de esto se les oyó a las celebridades multimillonarias Live 8, que bastante tienen con autopromocionarse una vez cada 20 años, y que todo el mundo vea lo guays y lo generosos son. Tampoco la campaña "Make poverty history" parece ser especialmente brillante. Ni la condonación de la deuda, ni el comercio "justo" que promocionan van a hacer gran cosa por acabar con la pobreza. El mejor comercio justo sería, sin ninguna duda, que los países ricos abran sus mercados y acaben con las cuotas y subvenciones que impide que los países desfavorecidos accedan a los mercados en igualdad de condiciones.

La pobreza y la desigualdad sigue siendo la principal lacra mundial, de la que no podemos sentirnos muy orgullosos. Pero por primera vez hay buenas noticias y mejores perspectivas para el futuro. La lección aprendida es que los países ricos por sí solos no pueden (podemos) acabar con la pobreza. Sin buenos gobiernos y un entorno que favorezca la inversión de las empresas no hay nada que hacer. La ayuda internacional será bienvenida, especialmente para que la educación, la salud y las infraestructuras no sean un obstáculo al desarrollo, pero es sobre todo la inversión, incluida la inversión extranjera de empresas del primer mundo, la única que puede crear riqueza y acabar con la pobreza.

Puede que estas conclusiones no sean del gusto de la izquierda idealista, pero la realidad es obstinada y sigue sus propios caminos, no los que a nosotros nos gustaría.

3 Comments:

Blogger Edward Hugh said...

"El mejor comercio justo sería, sin ninguna duda, que los países ricos abran sus mercados y acaben con las cuotas y subvenciones que impide que los países desfavorecidos accedan a los mercados en igualdad de condiciones."

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3:03 p. m.  
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Anonymous Anónimo said...

El comercio justo implica una distribución equitativa entre consumidores y productores, en términos de rentabilidad y asequibilidad. Si se abren los mercados como proponeis, serán las grandes transnacionales quienes los copen, sentenciando a los pequeños a la sumisión o desaparición. Es curioso como hay una asunción por parte de determinados sectores de la "izquierda" de los mensajes del capital (liberalización, apertura,...) Frei Sergio Gorgen, fundador de MST en Brasil, advertía acerca de estas falacias. Os recomiendo, si no lo habeis hecho ya, leer el manifiesto sobre soberanía alimentaria de Vía Campesina. Saludos

2:16 p. m.  

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