Windsurf espacial
Si todo va bien, este martes viajará por la orbita terrestre la primera vela solar, bautizada Cosmos 1. La cuenta atrás está en marcha.
Puesta en órbita a 800 km de altura por un misil balístico ruso lanzado desde un submarino (un residuo de la guerra fría reconvertido para aplicaciones pacíficas), se abrirá como una flor, con 8 petalos de 14 metros de largo cada uno, construidos con un fino material más apropiado para envolver bocadillos que para formar parte de una nave espacial. Una vez desplegada la vela, y sin ningún tipo de combustible recibirá todo su impulso del empuje de la luz solar.
El artilugio no puede llamarse propiamente una nave, es más un experimento de física e ingeniería espacial. Si todo va bien efectuará órbitas alrededor de la Tierra y el impulso solar le permitirá ir cambiando de órbita. Sus promotores lo comparan con el primer vuelo de los hermanos Wright que sólo despegó del suelo unos metros de distancia.
Sorprendentemente, los promotores no son ningún gran organismo gubernamental como la NASA o la ESA, sino que es una iniciativa privada, casi amateur. La Planetary Society, un club astronómico y Cosmos Studios, una productora de video y televisión, se han embarcado en la aventura con un presupuesto modesto de 4 millones de dolares y han enrolado al Babakin Space Center de Moscú como contratista principal.
Para contar la historia desde el principio tendríamos que remontarnos al siglo XVII. Johannes Kepler, astrónomo que descubrió las leyes por las que los planetas dibujan órbitas elípticas alrededor del sol, protagonista de la revolución científica y visionario, fue el primero en imaginar naves con velas para navegar por el espacio. Observó que las colas de las cometas no surgen como una estela siguiendo su movimiento, sino que siempre apuntan en dirección contraria al sol e imaginó que una ligera brisa que soplaba desde el sol empujaba la materia de las colas como si fuesen plumas de humo. Su imaginación volaba soñando con naves que aprovechaban esta brisa solar para viajar por el espacio. Le faltó poco para convertirse en un George Lucas o un Isaac Asimov.
Lo que no sabía Kepler es que la ligera brisa que imaginó no era aire en movimiento sino la pura y simple luz solar. Las partículas de luz, los fotones, tienen impulso según las leyes de la física como para empujar un objeto. Al ser partículas sin masa, los fotos proporcionan un impulso muy suave pero continuado, apropiado para misiones espaciales donde la prioridad sea el ahorro de combustible, más que la rapidez.
¡Ojo! No confundir el impulso de la luz con el viento solar. El viento solar son otro tipo de partículas emitidas por el sol, demasiado escasas para proporcionar impulso.
Les deseo un completo éxito a estos pioneros que con su iniciativa son toda una inspiración para los entusiastas del espacio.
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