Agradezco las muestras de simpatía y también de apoyo de los que no compartiendo mis ideas (cosa nada de extrañar cuando no nos gusta el pensamiento único) entienden que ciertos calificativos contra las personas están completamente fuera de lugar y del mínimo respeto, como debería ser obvio para cualquiera que haga un esfuerzo mínimo de comprensión del contexto y los textos aludidos . Hay personas que deliberadamente o por desconocimiento están confundiendo racismo con identidad, y espero que esta anotación aclare algo la diferencia.
Soy, como muchos otros, moderadamente españolista, y por eso no veo que sea moralmente perversa la existencia de la nacionalidad española y que gozemos de derechos que no tienen otras personas desprovistas de esa nacionalidad (al menos temporalmente hasta que sea viable derribar fronteras).
Soy moderadamente europeísta, y por razones identitarias, culturales, de cohesión económica, entiendo que la pérdida de fronteras y de soberanía política no puede hacerse de repente a nivel planetario. Podemos y debemos empezar por este experimento europeo que, por supuesto, otorga a los europeos derechos de residencia y de trabajo que no tienen las personas con otros orígenes geográficos. Pero eso no es racismo, es identidad y pragmatismo europeísta.
Soy moderadamente latinoamericanista. Los lazos que unen a España con los países de Hispanoamérica, históricos, culturales, de lengua, hacen que la aceptación de los inmigrantes americanos por parte de la población española sea mayor que los de otros orígenes. Si hacemos tratados con los países Europeos que privilegian nuestra movilidad, no veo porque no vamos a poder hacer tratados con los países latinoamericanos que den facilidades para la movilidad de sus ciudadanos. Aunque no tengo certezas, creo que cuanto menos debería ser posible discutir sobre ello sin que le tachen a uno de racista. Creo que hay motivos identitarios, culturales y también prácticos por la mayor identificación que tiene la población española con los latinoamericanos, para que por lo menos se puede hacer un debate sobre el tema sin ser insultado.
No somos los únicos que tenemos identidad y diferencias. Norteamericanos, árabes, israelíes, prácticamente todo el mundo tiene una lealtad especial para los que son de su grupo, y aceptan la diferencia de derechos.
Soy moderadamente internacionalista. De corazón soy absolutamente internacionalista, pero la cabeza me modera. Sueño con que algún día formemos una única nación y todos tengamos los mismos derechos, pero mientras sueño veo que en la realidad todavía está muy lejos.
Soy partidario de volcarse con recursos humanos y ayuda internacional para quien la necesite, especialmente para el África subsahariana, pero también soy escéptico respecto de que la ayuda sea efectiva para desarrollar a África.
Soy consciente de que hay cientos de millones de personas que vivirían mejor en Europa y que emigrarían si se les diese la oportunidad, pero a la vez soy consciente de las consecuencias impredecibles que una emigración masiva y sin límites traería para nuestra cohesión social, económica y política. Por lo que he oído en las noticias y análisis, las revueltas de estos días en París pueden tener alguna relación con la emigración de los años 60 y 70. Si no se hubiese dado la segunda, posiblemente no se estarían dando las primeras. Lo que me hace pensar a veces que antes de abrir las puertas a la inmigración, deberíamos ser capaces no sólo de proporcionar una posición ordenada y aceptable para los que llegan, sino también de garantizarla para sus hijos y nietos.
Soy también consciente de que el fenómeno del terrorismo yihadista no ha hecho más que empezar, y no soy capaz de predecir las consecuencias que podría tener para Europa la aceptación masiva de inmigantes de religión islámica en el caso de que hubiese una escalada de terrorismo. La inmensa mayoría de los musulmanes que entrasen serían gente honrada que nada tendría que ver con el terrorismo, pero entre ellos se podrían colar fácilmente otros con intenciones más perversas, o ser reclutados más tarde si se alienan por alguna razón, por ejemplo si el modo de vida en España no les satisface. Por estos motivos muchas veces me asaltan pensamientos de llamada a la precaución, pero sólo son reflexiones y dudas, no certezas anti-inmigración.
No tengo nada en contra de los musulmanes individualmente. Muchas veces me encuentro a mí mismo pensando que la admisión de Turquía en la Unión Europea podría ser deseable. Procuro tratar a los musulmanes como trato a cualquier otro ser humano cuando me los encuentro o cuando los he tenido como compañeros de trabajo, pero por las razones que he expuesto más arriba, como fenómeno colectivo inmigrante y sólo referido a determinados países, me llaman cuanto menos a la reflexión, y espero que me sea permitido hacer la reflexión en voz alta.
Vivimos en un mundo lleno de incertidumbres, y creo que las dudas y reflexiones, aunque algunas veces puedan estar equivocadas o parecer extemporáneas, son buenas para empezar a buscar respuestas. Por cierto que las respuestas no siempre responderán a nuestros sueños, como a muchos nos gustaría. Las respuestas deben estar guiadas por unos principios sólidos, pero también por un pragmatismo sólido. Olvidar cualquiera de los dos es un billete seguro hacia el desastre.