La hipnosis tiene una reputación extraña, a caballo entre la ciencia y la exhibición
circense. Por un lado maravilla y asusta una técnica capaz de dar el poder de
manipular los actos de una persona. Por otro, la incapacidad de distinguir la
verdad de los mitos, puede empujar al escepticismo o al desinterés. Intentando
despejar mis propias dudas sobre el tema, he encontrado un artículo muy apropiado
de Scientific American, de Julio de 2001, con título "Verdad
y charlatanería en la hipnosis". Voy a desgranar aquí un resumen del contenido
del artículo.
Sólo en los últimos 40 años los científicos cuentan con métodos rigurosos
e instrumentos, como el polígrafo y la tomografía por emisión de positrones,
que han permitido discernir los hechos de las exageraciones. Sin embargo todavía
es mucho lo que se desconoce, especialmente sobre los mecanismos cerebrales
que intervienen en la hipnosis.
Antes de hablar
sobre qué es lo que se puede conseguir mediante hipnosis, es importante aclarar
que varía mucho de una persona a otra. Hay personas mucho más receptivas a la
hipnosis que otras. Las más receptivas por supuesto tienen una mayor riqueza
de conducta y de sugestión bajo hipnosis. La receptividad se puede medir en
una escala mediante un procedimiento
estándar y tentativamente se suele relacionar con la capacidad de quedarse
absorto en la ensoñación o en actividades tales como leer o escuchar música.
El procedimiento habitual de hipnosis, lejos de tener relación con relojes
de bolsillo en movimiento pendular, consiste a menudo en pedir al sujeto que
mire fijamente a un objeto puntual, mientras con voz tranquilizadora se hacen
sugerencias para relajarse y concentrase.
El tópico del hipnotizador que nos induce a realizar acciones bajo sus órdenes
parece cierto. El estado de hipnosis (siempre en proporción a la receptividad)
deja al sujeto receptivo a las sugerencias del hipnotizador que realiza sus
peticiones de un modo involuntario. Los sujetos no experimentan su comportamiento
inducido como algo conseguido de un modo activo, sino más bien como algo que
sencillamente ocurre, sin esfuerzo. A menudo explican su experiencia subjetiva
mediante declaraciones del tipo "mi mano se volvió pesada y se movió por sí
misma".
El hipnotizador es capaz de inducir en el sujeto sensaciones inexistentes como
olores, sabores, sonidos y alucinaciones visuales. Se puede inducir sensaciones
de dolor, y mucho más interesante, se puede reprimir el dolor real, lo cual
tiene indudables aplicaciones médicas.
Sin embargo los sujetos no son zombis pasivos. Su comportamiento sigue regulado
por sus ideas morales y culturales y no se puede conseguir que un hipnotizado
actúe en contra de sus principios. Únicamente "permanecen exquisitamente receptivos
a las expectativas expresadas por el hipnotizador".
Tampoco parece tener mucha base la utilización de la hipnosis para recordar
sucesos olvidados, y menos todavía para la regresión a la infancia. Los sujetos
hipnotizados pueden confundir fácilmente un evento imaginario del pasado como
si fuese real. Así, algo meramente imaginario puede quedar arraigado como si
fuese un episodio de su vida.
Hay muchos estudios que verifican este efecto. Algunos sujetos, por ejemplo,
pueden desglosar rutinariamente dramáticas y detalladas crónicas de sus primeros
meses de vida aunque esos acontecimientos no hayan ocurrido nunca. Similarmente,
cuando se sugiere a sujetos receptivos que regresen a su infancia, se comportan
de un modo groseramente infantil. Pero un análisis más detallado demuestra que
no son capaces de reproducir habla, emociones, vocabulario, pensamiento o en
general verdadero comportamiento infantil.
En resumidas cuentas, que la hipnosis no permite superar las limitaciones de
memoria inherentemente humanas.
Los experimentos han permitido rechazar algunas críticas escépticas. La capacidad
de reprimir el dolor no parece un efecto placebo, porque en comparación con
otros placebos habituales, como píldoras, sus efectos son mucho mayores. También
se ha podido superar la crítica de que los sujetos no están hipnotizados sino
que sólo lo simulan. Experimentos conductales y con "máquina de la verdad" con
sujetos a los que se pide que simulen que están hipnotizados dan resultados
diferentes a los de los sujetos "verdaderamente" hipnotizados.
Los propios editores de la publicación se sometieron a una sesión de hipnosis
por el equipo del autor y cuentan sus experiencias subjetivas, en las que, unos
más que otros, sienten las sensaciones inducidas o realizan acciones que ocurren
por sí solas. "En general la experiencia fue menos espeluznante de lo que esperábamos.
La sensación de estar hipnotizado era parecido a cuando te despiertas por la
mañana y te quedas en la cama adormilado".
La historia de la hipnosis es antigua y es extraño que sus aplicaciones médicas
no se hayan desarrollado en toda su capacidad. Tal vez se deba a su reputación
de paracientífica, o a que su conocimiento se reducía al ámbito de la psicología
y no al de la medicina no mental. Esperemos que recupere todo el prestigio científico
que merece y se desarrolle todo su potencial.
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